Miguel Laime, el goleador de la vida
Se llama Miguel Laime y es delantero. Tiene una discapacidad madurativa, pero juega en el club Independiente de Río Tercero donde es “uno más”. Un goleador de la vida...
Miguel Laime está parado en la línea de cal que divide su mundo. El que lo incluye y el que a veces no.
Miguel es delantero, de origen salteño, grandote. Vive en Río Tercero. Tiene 23 años y un puñado de sonrisas que va regalando a quien le pase cerca en cada uno de sus días.
Miguel es un pibe grande, pero es un niño. Por eso sonríe más que nunca cuando está ahí, por entrar a la cancha.
Lo saben sus compañeros de Independiente de Río Tercero. Y por eso a todos les viborea el corazón de alegría cuando lo ven a Miguel ahí, listo para entrar.
Miguel Laime es uno de esos casos que alimentan el alma de los futboleros. Es un chico que entrena con la primera y reserva de Independiente de Río Tercero.
Y que fue incluido a pesar de una discapacidad madurativa que lo excluyó de muchos lugares. Pero aquí no. En el club le abrieron sus puertas y entrena como uno más.
Cuando el partido lo permite, tiene sus minutos en busca de eso que todavía no pudo conseguir en un partido por los puntos: un gol.
“Miguel tiene una discapacidad madurativa. Si bien se hace entender, padece una discapacidad. Yo hace tres años que estoy en el club y cuando llegué ya estaba… Es parte del plantel de Primera, entrena como cualquiera de los otros. Nosotros en la medida que nos va permitiendo la competencia, lo hacemos jugar en Reserva, ya ha jugado dos o tres partidos este año”, cuenta Juan Manuel López, el DT de la Primera de Independiente.
“Es un jugador que es intocable en el club. Es más fácil que me echen a mí que a Miguel. Yo cuando llegué no lo conocía... Y me dijeron, ‘si lo echás se te van todos los jugadores’. Es un personaje... Nosotros tenemos como rutina que la práctica termina con un penal que tiene que patear él. Lo jodemos porque sabe patear para un solo lado, entonces el arquero ya sabe. Encara y le hacen el penal. Es la alegría del equipo”, cuenta el entrenador López.
Miguel jamás falta a una práctica. Es el primero en llegar y el último en irse. Un chico sano, con mucha picardía, según los que lo conocen.
Por eso cada vez que entra a la cancha todo se paraliza. Y Miguel pasa a ser la gran atracción, esperando que algún rebote, que algún centro, quede en los pies de este goleador diferente.
Para que llegue el gol soñado…
“No hay chance, no hay forma jajaja. Contra Pampayasta tuvo una clara, pero no hay forma. Hasta los árbitros se portan muy bien con él. Nunca nadie se portó mal con él, desde los rivales hasta los técnicos rivales. Jamás tuvimos un drama. Nosotros hablamos antes con los técnicos del equipo rival, explicando que es un pibe que lo queremos integrar. Nunca tuvimos problemas”, cuenta López y agrega: “El Gordo siempre está a la expectativa, se encula cuando no lo citamos, dice que se va a ir. Tiene una relación perro-gato conmigo, pero nos matamos de risa”.
Hasta acá, Miguel tiene un solo gol, en un amistoso. Pero que nadie puede olvidar.
“Fue de penal en Primera, en un entrenamiento amistoso que hicimos con Villa Ascasubi que es el múltiple campeón de acá. Acordamos con ellos que jugaba cinco minutos y le pedimos que le hicieran un penal. Lógicamente lo hizo y desde ahí que me dice siempre que él tiene un gol en un partido y yo no le doy chances”, se ríe su DT.
En el equipo, Franco Carnevale (el capitán) es su “traductor” y uno de los que más comparte cosas con él.
Todos lo definen como un pibe que a pesar de su discapacidad lleva una vida social inclusiva y normal. “Va al boliche con los chicos, trabaja y todo el mundo lo quiere mucho. Trasciende al club”.
Será cuestión de esperar que llegue el próximo domingo y Miguel esté ahí, parado en la línea de cal que divide su mundo.
El gol ya lo hizo. Él y todos los que forman parte del club Independiente de Río Tercero.