"La discapacidad muchas veces no genera objetividad"
Cabello ensortijado, campera deportiva de color azul, rojo y blanco, y apenas una mueca feliz en el rostro. En la foto de archivo, perteneciente al 3 de enero de 1979, un Guillermo Vilas de 26 años encumbra el trofeo del Abierto de Australia , el primero de los dos que ganaría en su carrera. En el ensamble fotográfico, junto a la imagen de Vilas, otro argentino, en este caso Gustavo Fernández (Nº 2 del mundo en tenis adaptado), luce con un gesto similar al del zurdo criado en Mar del Plata: con los brazos extendidos y el trofeo australiano -el segundo en su carrera- por encima de su cabeza. Hay diferencias, hay coincidencias. "Es raro verme al lado de Guillermo. No tendría por qué no sentirme orgulloso, pero es como que no me lo permito. Le tengo mucho respeto. Todos estamos jugando al tenis gracias a él. Es incomparable. Simplemente me enorgullece en lo personal, porque es un hecho real que ambos levantamos el trofeo de Australia dos veces. Pero es fuerte verme con él. Me emociona", cuenta el cordobés de 25 años, con ambas fotos impresas en sus manos, durante su visita a la redacción de LA NACION, pocas horas después de conquistar su tercer trofeo de Grand Slam (además de los de Australia, obtuvo Roland Garros en 2016).
-Me devoré toda la época de la Legión; entera, de principio a fin. Encima me tomó en una época en la que le agarré el gustito al tenis y vi todo, absolutamente todo, desde fines de 2001 en adelante vi todo. Era fanático de Coria y crecí viéndolos a todos, a David, Calleri, Gaudio. La temporada de polvo de ladrillo europeo era la que más seguía. En esa época yo mezclaba el tenis con el basquet, pero miraba más tenis. Cuando empezó a aparecer Rafa ( Nadal ), definitivamente lo empecé a seguir. Para mí es el mejor deportista de la historia. Se lo discuto a cualquiera.
-Vaya afirmación. ¿Por qué?
-Hay aspectos o rubros que tienen los deportistas, una suerte de cinco ítems, que se repiten en todas las disciplinas. Competitividad, capacidad de superación, talento, resiliencia, capacidad. Después, cada uno lo refleja en su deporte. Y para mí Rafa reúne todo. En cómo se ha superado, en cómo se ha reinventado después de las lesiones, en cómo ha mejorado. Si bien es recontra habilidoso lo he visto tener que trabajar un montón para llegar adonde llegó. En él es más palpable el sacrificio. Y a mí su nota me da más alta que el resto. Pelea cabeza a cabeza con Jordan .
-Es curioso que viniendo de una familia basquetbolística [su papá es el "Lobo" Gustavo Ismael Fernández, exjugador y actual DT de Estudiantes de Olavarría; y su hermano Juan Manuel actúa en Trieste, Italia] y siendo tan fanático de ese deporte no creas que Jordan fue el mejor.
-Creo que Jordan estaba un poco más llamado a ser. Si bien me gusta mucho su filosofía competitiva y cómo encaraba las situaciones, a veces cuando tenés tantas facilidades es más sencillo. Rafa ha tenido que lidiar con adversidades, pero lo he visto reinventarse una y otra vez. Es la persona dentro del deporte que más me ha sorprendido.
-¿A veces es bueno no tener tanta facilidad para algo? Es decir, tener resistencia y tener que vencerla.
-Creo que sí. Que se facilite el camino no quiere decir que sea bueno, al contrario. Yo soy un fiel creyente que cuanto más sacrificado es el final, más reconfortante es. Disfruto y valoro cuando se concretan algunas situaciones después de mucho sacrificio. Llevándolo a la vida cotidiana, el éxito no es la ausencia del sacrificio o del sufrimiento.
-En el último mes lo cruzaste a Nadal en Brisbane y en Melbourne. ¿Le dijiste lo que pensás sobre él?
-Se lo puse en la dedicatoria del libro que le regalé [ Hambre de Lobo, su biografía, publicada el 1° de diciembre pasado ]. Se lo dejé claro ahí. No se lo iba a decir en la cara porque no lo conozco tanto, no tengo tanta confianza. Simplemente cuando le di el libro me salió expresarle eso. Es que yo realmente lo admiro. Siempre fue una inspiración.
-El último sábado, al ganar Australia, exhibiste un gran desahogo en la celebración, como que tenías algo atragantado. ¿Haber perdido las últimas cuatro finales de Grand Slam te habían mortificado mucho?
-Fue duro. La verdad que la pasé mal. Sin dramatizar, sabiendo que es un deporte, pero la pasé mal porque desearlo tanto me había nublado lo que yo sé hacer. Además fue progresivo. Pasé de perder una final teniendo match point y habiendo hecho todo bien, a dos finales en las que no estuve conforme con mi rendimiento. Vos podés perder, porque el resultado nunca está asegurado, pero sí hay que salir de la cancha estando conforme con lo entregado. Fueron armando una especie de fantasma en mi cabeza que tuve que trabajar mucho para dominar. No es fácil. Si tenés un problema físico, estás más tiempo en el gimnasio. Si tenés un problema técnico, trabajarás más y le prestarás atención. Pero si tenés un problema mental, es muy particular: podés trabajarlo toda la vida y nunca mejorarlo. Hay que ir buscándole la vuelta hasta decir: 'Es esto'.
-Hay deportistas que le escapan a la ayuda profesional psicológica. ¿Cómo decidieron recurrir a ella?
-A nosotros se nos presentó la oportunidad de sumar a Santiago Sánchez, un argentino especialista en cognición, que trabaja en la Universidad de Bath, en Inglaterra. Cómo lo conocimos fue medio de casualidad, pero cómo decidimos sumarlo fue totalmente a conciencia. Me lo propuso Fer, mi entrenador [Fernando San Martín] y yo estuve de acuerdo. A veces uno tiene miedo de tocar el tema psicológico porque es particular. Santi no es psicólogo, simplemente me trabaja la concentración. Y yo sentía que necesitaba dar un salto de calidad en ese sentido y estaba dispuesto a trabajar lo que hiciera falta. Trabajamos en un montón de aspectos que me han hecho crecer.
-¿Llegaste a pensar por qué no podías superar ese obstáculo psicológico en las finales, cuando siempre habías podido con todo? ¿Había un contrapunto en tu cabeza?
-Nunca me puse la capa de Superman y pensé: '¿Cómo puede ser que me pase esto a mí?'. Al contrario. Necesito mi ego, porque un deportista lo necesita para creérsela un poco y después salir a competir, pero tengo la humildad suficiente para entender que no me las sé todas y que necesito de mi equipo para mejorar. Entonces, es como que no renegaba de que me pasaran esos problemas en la mente. Es la forma de aprender. El hecho de seguir buscándole la vuelta nunca me generó un conflicto. Siempre estuve muy consciente de decir: 'Bueno, ¿qué hacemos? Vamos por acá, por allá'. Fui inteligente para escuchar a gente que sabía más que yo. Solo no hubiese llegado a ningún lado.
-¿Lo que más te alimenta es el reconocimiento de tus colegas y de leyendas como Djokovic, Sabatini, etc.?
-Me enorgullece mucho. El año pasado estábamos en el comedor de Rotterdam, entró Federer y nos saludó. Atrás entró Boris Becker y nos dijo: 'Hola chicos, ¿cómo andan?'. Y no porque tengamos relación, sino porque ya nos conocen. Y le digo a mi entrenador: 'Pensar que pasé del frontón en Río Tercero a Rotterdam y que vengan estas bestias y nos saluden'. Y me pasó lo mismo hace poco con Gaby Sabatini : era una locura pensar que pudiera pelotear con ella. O que viniera Djokovic y dijera: 'Qué bien pegás el revés'. Es impagable. Lo lindo del deporte son las experiencias que se generan. Ojalá que tenga 50 Grand Slam, pero ese tipo de cosas son las que te van marcando el camino.
-Hoy sos un deportista popular. ¿Qué te pasa con la gente en la calle?
-Me pasa algo raro. Soy bastante crítico del elogio. Porque la discapacidad muchas veces no genera objetividad. Es como que todo lo que hagas está bien y, sin importar lo bien que lo hagas, nunca vas a pasar una línea. Sos crack por todo, pero no te terminan de valorar el deportista que sos por estar en silla de ruedas. Solo por entrar en una cancha de tenis en silla no soy un fenómeno. Todos necesitamos objetividad. Por eso a veces me río cuando dicen que soy un ejemplo para todo: como deportista, persona, novio, en la vida, de superación. Y mucha gente no me conoce. Entiendo la buena onda y agradezco los halagos, pero no me confundo y trato de analizar las cosas que me dicen. En los últimos años me pasó que apareció gente en la calle y de la nada se me emocionó en la cara, y eso es fuerte. Uno tiene que hacerse cargo si viene una persona y se emociona por lo que vos hacés.
-Es que a diferencia de lo que muchos pueden pensar, nunca tuviste limitaciones desde tu infancia, más allá de haber sufrido un infarto medular al año y medio. ¿No?
-Nunca. Siempre trato de cambiar el preconcepto que se tiene con discapacidad: tratar de no quedarse con la silla de ruedas. Yo siento realmente que no tuve que pasar por ninguna limitación. Lo importante es naturalizarlo, tomarlo con más confianza. Creo que la sociedad tiene que trabajar con más objetividad. Lo que me pasa con el tenis me pasa en la vida en general. No por estar en la silla de ruedas soy todo lo bueno o un angelito.
-¿Cómo estamos en la Argentina con respecto a la aceptación y el tratamiento social de la discapacidad?
-Estamos mejor de lo que creemos. En Europa, Estados Unidos y Japón tienen la mejor infraestructura. Si vamos al concepto de la discapacidad, lo que más me gusta es en Europa y Australia, donde está muy naturalizado y la gente se conecta realmente. Si tenés un preconcepto que te genera una barrera, no lográs ver a la persona, porque estás constantemente atado a pensar que la discapacidad es una enfermedad, algo espantoso, que se acaba la vida o que no podés desarrollarte plenamente. En Argentina hay que trabajar un montón, pero estamos mejor que en otros países. Acá en el país he visto mucha gente desarrollarse con la discapacidad, más allá de que las calles están destruidas, no hay rampas por ningún lado y si las hay los autos no las respetan.
-Existe una gran diferencia entre la organización y los premios del circuito ATP y el de tenis adaptado. Ustedes, los jugadores, ¿se juntan, protestan? ¿Cómo es la situación colectiva?
-Hay mucha idea y poca acción. Se tendrían que mejorar muchísimo las condiciones porque hay muchos jugadores que quedan en el camino. Hay un problema grande que tenemos: la ITF ( Federación Internacional de Tenis ) no es la más abierta a escuchar ni la más eficiente al actuar, entonces se complica mucho. Nunca hemos tenido las pelotas entre todos los jugadores para tomar una decisión fuerte. Cada uno tira para su lado, entonces ha sido difícil. Yo soy de los que no se callan las cosas, de hecho me han advertido en ITF por no callarme y haber expresado públicamente cosas que están mal. Lo voy a seguir haciendo. Ya llevo diez años en el circuito y han cambiado pocas cosas. Hemos tenido muchas reuniones entre los jugadores y no nos pusimos de acuerdo. El sistema de puntos es nefasto. Los calendarios están mal armados: tenés un torneo en Japón sobre cemento, a la semana Roland Garros, después uno de césped, todo mezclado. No les facilitan nada a los jugadores.
-Fuiste Nº 1 del mundo, ganaste tres Grand Slam. ¿Qué te falta en tu carrera tenística?
-Esperemos que mucho. La idea es seguir exprimiendo mis capacidades. Entiendo que tengo mucho más para dar y no me quiero quedar con nada en el tanque. Quiero sacarlo todo. Estoy trabajando para decir: 'Fui el mejor tenista que pude ser'.
-¿Hasta cuándo te imaginás jugando?
-Hay factores condicionantes. La cabeza y el tiempo que quiera hacerlo. Y otro es el físico. Mentalmente siento que me apasiona, me encanta superarme y eso mantiene la motivación encendida en forma constante. Después, si eso sigue, hay que ver para cuánto tiempo está el físico. Ojalá que para 10, 12 años más.
-¿Y cómo te ves en 20 años, ya sin el tenis?
-Me gustaría tener mi familia asentada. Estoy de novio hace diez años [con Florencia Tagliaferro, también de Río Tercero], ella ya tiene sus proyectos y me gustaría acompañarla. No me molestaría en absoluto encargarme de mi familia y en mi casa, mientras ella cumple sus deseos profesionales. Después..., me gustaría ver si puedo sacarme la cuenta pendiente que tengo con el básquetbol. Mi hermano escribe y a mí me gustaría escribir como hobby. Pero la prioridad está ligada a la familia. La vida que tienen mis viejos la valoro mucho, los veo muy felices y me gustaría copiarla.