"Pechito" López, el piloto indestructible
La historia dice que el abuelo “Tito” y un tío campeón de la Fórmula 3 cordobesa fueron parte de la influencia. Pero que su padre, José María, fue su hacedor. Y le legó el apodo, que nació primero como “Pecho frío”. “Mi papá corría en la Fórmula 5. Un día se enojó en una reunión. 'Son unos pecho frío', le gritó a sus colegas. Comenzaron a llamarlo 'Pecho frío’. Y luego pasó a ser 'Pecho'”, contó alguna vez José María. “A mí me llevaban a hacerle pis a las gomas del F5, para darle suerte. 'Ahí va 'el Pechito”, me decían. Y me quedó”.
Pero de aquel “pecho frío” no quedó nada. “Pechito” se ha convertido en una figura mundial. Poderosos e indestructible. Y con un halo trágico, como el de todo héroe maldito.
Lo que le pasó a “Pechito” el domingo, a poco de terminar las 24 horas de Le Mans, no hizo más que alimentar ese mito. El del piloto que siempre está punto de tocar el cielo con las manos, pero al que un suceso inesperado termina cerrándole su entrada a la gloria.
López contó que lloró durante toda la última vuelta de Le Mans. Después de que los mecánicos y técnicos Toyota hicieran todo para que perdiera la carrera, al cordobés no le quedó más que llevar su auto hasta el final, como un buen subordinado. Sabiendo que, otra vez, volvía a recorrer aquellos viejos caminos de la frustración.
No será su final, sin dudas. Y es probable que termine triunfando en las 24 horas de Le Mans alguna vez. Nadie mejor que el cordobés para reinventarse. Es que, como todo viejo héroe, López ha mostrado siempre una fuerza sobrehumana.
Se ha levantado de varias caídas. Caídas fuertes que podrían haber dejado fuera de escena a cualquiera.
Como la de 2010, cuando llegó a ser presentado como piloto de Fórmula Unonada menos que por la presidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner, y hasta se probó el buzo de piloto. A los pocos meses, cuando llegó a Estados Unidos para ver el avance del auto del equipo USF1, descubrió que los audaces estadounidenses no habían comprado ni una tuerca.
El millón de dólares que un empresario había puesto para apoyar la aventurano regresaría jamás. Pero López no se rindió.
Días después, llegó a volar bajo la lluvia desde Alta Gracia hasta Buenos Aires poniendo en riesgo su vida. Cuando por fin entró a Ezeiza para viajar a Europa, un llamado le dijo que no tendría, finalmente, un lugar en la F1.
Regresó a las categorías nacionales donde debió pelear contra los pilotos locales y la crueldad de la hinchada argentina. “Devolvé la guita que te dieron para la F1”, le gritaban.
Salidas
Las salidas de pista cuando tenía ganada la carrera no son una metáfora. En 2009, llegó a perder la gloria total en el Turismo Carretera a falta de pocos metros en el autódromo de Buenos Aires. Su Torino terminó en el pasto gracias a una mancha de aceite y con él, la chance de ser tricampeón del automovilismo argentino (campeón del TC 2000 y del Top Race en la misma temporada). ¿Pero rendirse? Jamás.
López renació gracias a que su padre le insistió para que corriera en Santiago del Estero una carrera olvidada del WTCC. Fue. Y el de Río Tercero deslumbró a los de Citröen, que lo invitaron a ser parte de su equipo. Así, volvería a Europa.
Su perro Ayrton fue la primera víctima. El golden retriever era su compañero en la casa que ambos compartían en un complejo de departamentos del norte de la ciudad de Córdoba.
Cuando Citroën se llevó a López para que formara parte de la escudería francesa, a fines de 2013, hubo que tomar una decisión. A Europa no podía irse con una mascota. “Así que lo mandamos a la quinta de mi papá, en Río Tercero”, contó López.
“Volví a vivir a la casa de mis viejos. Le tenía que pedir guita a mi papá para cualquier cosa”, recordó por aquellos años. Hasta para ir y venir a Marcos Juárez para hacer el curso de piloto civil. “Quería hacerlo, quería sacarme de la cabeza lo que me estaba pasando y por eso aprendí a volar”, reveló.
Entre su aventura iniciática europea y el título del WTCC, López fue campeón varias veces en Argentina. Consiguió ser una estrella en su país y ya no tuvo que pedirle dinero a papá. Nunca vencido, y sobre autos de industria nacional, “Pechito” mostró que aún podía ser piloto de alto rendimiento.
Los franceses, tan reticentes a confiar en el resto de la Humanidad, vieron en el cordobés un talento imperdible. Y apostaron por él. Y él fue campeón.
Ahora, y después de Le Mans, será tiempo de reclusión. De pensar, masticar y volver a salir para buscar un nuevo triunfo. El deporte es así. Pero "Pechito" lo sabe más que nadie.